Cartas con Miradas

"CARTAS CON MIRADA" Francisco Rodríguez Luís


Este nuevo proyecto del fotógrafo Manuel Fuentes Hurtado, pretende mostrarnos una nueva visión, una nueva perspectiva de las geografías donde habita la pobreza y la miseria. Su propuesta intenta alejarse tanto de posiciones paternalistas e hipócritas como de la saturación anestesiante e insensible a la que nos inducen los medios de comunicación. Tampoco presenta una visión beligerante, acalorada; ni pesimista o desencantada. Todo lo contrario, sus fotos, sus cartas, sus sellos, nos retratan distintos lugares del mundo (donde predomina la miseria y la desigualdad) con esperanza, con alegría, con color, con ilusión. Su trabajo, además, se sitúa en una visión del mundo y del hombre que destaca la diversidad frente a la globalización; que hurga en los detalles, en las soluciones más ingeniosas, más esperanzadas. En este sentido, podemos destacar la lucha de esos niños cubanos de Baracoa (¿alguien ha reparado alguna vez en la sonoridad de los nombres donde se asienta la pobreza más brutal?) por la supervivencia con reducidos medios pero con una dosis enorme de creatividad. El intento de esa niña de la India por ocultar el hondo drama de su oscura mirada, con el brillo artificial de sus alhajas. La comicidad e ingenuidad de los lazos que rodean el rostro de esa niña de Canarias (la desigualdad a veces está tan cerca que se nos desenfoca) frente a ese atisbo de abstracción adulta que aflora después del llanto. La dignidad con la que esa niña nepalí de Bhaktapur enfrenta la carga de asumir responsabilidades desmesuradas para su edad. La elegante cadencia de movimientos que adivinamos en ese campesino de Baracoa con sombrero pajizo, a pesar de los "palos" que la vida le ha dado. El orgullo con el que esa señora peruana se yergue en una silla que revela claramente la pobreza de sus desconchones. La franca sonrisa con la que esa anciana de Katmandú baña un rostro maltratado (y surcado) por el tiempo y el dolor. La aparente naturalidad con la que esos niños (de miradas ausentes y estrábicas) de Bhaktapur se enfrentan unidos a las lluvias monzónicas que anegan sus calles y plazas, empapa sus ropas, cubre sus vidas. La dramática decisión con la que los inmigrantes afrontan un destino incierto en el que depositan sus esperanzas de prosperidad y salvación y que va a marcar sus vidas, sus almas (sus hélices y maromas) de profundas cicatrices.

La obra de Manuel Fuentes se presenta en composiciones que replican el original en delicadas y atemporales piezas filatélicas coloreadas. (Obsérvese la utilización de monedas pretéritas en el timbrado de las mismas). Parece como si el recurso nostálgico de los sellos y las cartas manuscritas nos hablasen de un mundo más lento, más pausado, más relajado y placentero, frente a la frenética actividad, la inmediatez de la información, y el agobiante caos que caracteriza la sociedad moderna.

El resultado final de todo este proceso, su corolario inevitable, se presenta bajo una novedosa propuesta interactiva que va más allá de la mera contemplación y reflexión (a veces muy rica) de una obra creativa. La obra culmina con la estampación de los sellos-fotos (fotos-sellos) en su ubicación natural, en unas cartas que miran y esperan que emborronemos sus cuartillas con mensajes de ilusión y propuestas de mestizaje. Unas cartas que nos recuerdan la diversidad y riqueza de nuestro planeta y de nuestros pueblos, que recogen los acuerdos internacionales que garantizan los derechos de todas las personas y el respeto al medio ambiente. No nos podemos olvidar que otras cartas (abandonemos por un momento, la premura desquiciante de los fax, correos electrónicos, chats y similares) más lentas, más henchidas de sentimientos, más cálidas, pueden aún enviarse. Otra mirada es posible.

Francisco Rodríguez Luís.



























































































PseudoyPanorama





































MateriaViva

"MATERIA VIVA" Cristo Hernández

En un principio fue la luz, la tierra, el cielo, el mar... y el objetivo del fotógrafo.
Numerosas mitologías del mundo cuentan que en el preludio de los tiempos existió el caos de la materia, frente a otras culturas que entienden que fue la nada, el vacío, quien presidió sus orígenes. La teoría del caos declara que todos los elementos que hoy están presentes en el Universo estuvieron una vez juntos, unidos, pero desordenados; por así decirlo, revueltos. De esa amalgama de la materia se fueron desprendiendo, paulatinamente, los distintos elementos para formar lo que llamamos "cosmos" (del griego κόσμος, que significa "orden"). De esta manera, todas las piezas que hoy conforman la película sensible de nuestro mundo estarían hechas de una materia común, primigenia, que las remontaría a ese primitivo caos, en el que todo era uno y uno era todo.
En esta obra fotográfica de Manuel Fuentes se observa una intención explícita del autor por remontarse al caos original para recuperar esa esencia común de la materia que una vez tuvieron las cosas. Porque en "Materia viva" captamos de inmediato cómo la naturaleza de las cosas es única, da igual que esté hecha de carne y de huesos, de oxígeno, de hidrógeno o de cualquier otra sustancia química o mineral. En "Materia viva" encontramos, efectivamente, una mimesis absoluta entre las figuras que posan para el artista, hasta el punto de que cuesta discernir quién es el modelo y cuál es el paisaje que lo sustenta. Porque la materia es maleable, caprichosa en sus formas, totalmente heterodoxa, azarosa e implacable. Así contemplamos en algunas fotografías cómo el cuerpo humano es capaz de fundirse con la Naturaleza, contorsionándose, y cómo el objetivo del artista se convierte en un nuevo demiurgo que desordena y ordena a su antojo la materia viva. Los modelos humanos pretenden dar vida a la naturaleza (aparentemente muerta) del reino mineral y vegetal del entorno; pero, al mismo tiempo, lo mineral y lo vegetal se convierten en modelos del paisaje humano.
Porque en "Materia viva" se nos desvela un nuevo universo que hasta este momento ha permanecido oculto a las miradas profanas, un universo en que las leyes naturales han sido reinterpretadas. No importa tanto la racionalidad o irracionalidad de lo que se manifiesta ante el observador, sino que lo verdaderamente importante es la naturaleza misma de las cosas, la esencia viva de la materia. Este universo que nos revela el objetivo de la cámara lo preside una ley física fundamental y simple: todo está hecho de lo mismo. Por ejemplo, la fusión de lo mineral y lo humano nos hace dudar sobre cuál es el modelo y cuál el paisaje en las fotografías en que aparecen varios cuerpos tumbados sobre las rocas. Más aun, en una de ellas los charcos que ha dejado la bajamar resaltan la figura humana del modelo y nos demuestra que, efectivamente, el hombre está compuesto en su mayor parte de agua, pero no sólo por sus fluidos interiores, sino que a través de los ojos del artista observamos la naturaleza líquida de la piel, del tronco y de las extremidades (los desnudos nunca nos ofrecen su rostro, porque su identidad está en la propia Naturaleza). Da la impresión de que la marea haya dejado ahí ese cuerpo, casi un fósil, náufrago que se resiste a frustrar su condición marina. Del mismo modo, en esa misma fotografía, nos damos cuenta del antropomorfismo del mar, vestido con su húmeda piel, formando en la orilla cuerpos (los charcos) de estructura caprichosa y extremidades multiformes, cuerpos que no están catalogados en ningún manual de anatomía al uso, pero que el ojo del artista ha logrado capturar y descubrir para la Historia de la Ciencia.
También la Naturaleza nos muestra su sensibilidad completamente personificada en la fotografía de la niña que juega sentada a la orilla del mar. La salvaje ternura que nos transmite la figura infantil se ve reforzada por la languidez del mar que apenas llega a sus pies con temor de hacerle daño. La Naturaleza es sensible con sus criaturas.En "Materia viva", Manuel Fuentes ha utilizado la técnica del blanco y negro en un afán de igualar a todas los especimenes de la Naturaleza, privándolos del color, en un afán de pasar a todas sus criaturas por un monocromático rasero. Porque el negro era el color del caos primigenio, ese momento previo a la creación en el que la materia era una sola. Y porque el negro es el color de la argamasa con la que fue creado el Universo.






























































Vo-Lumen

"VO-LUMEN" Cristo Hernández

Existe algo hermoso en la naturaleza de las cosas, algo sin duda atractivo y admirable. La clave está en desentrañarlo escrutando hasta la médula el objeto de nuestro análisis. Los griegos de la Antigüedad fueron los primeros en buscar y delimitar el concepto de lo bello, que definían con la palabra «kalón». Sin embargo, este ideal de belleza tenía un sentido muy distinto al que suele darse hoy en día. Para un griego, lo bello era todo aquello que agrada, atrae o despierta admiración; aquello que complace a los sentidos, lo que nos gusta dada su forma o estructura, Obviamente, el carácter racional del pensamiento griego provocó que en esa búsqueda de lo bello se establecieran cánones de acuerdo con la idiosincrasia de la obra artística. Así, por ejemplo, el canon arquitectónico buscaba una perfección casi matemática a través de la simetría que, según Vitrubio, nace de la proporción. A nadie se le escapa que la Historia del Arte ha sido un constante ir y venir al mundo clásico, una constante lucha por discernir la esencia de lo bello. Y la fotografía ha jugado un papel importante en la búsqueda de esta quimera en este último siglo.
En Vo-Lumen de Manuel Fuentes podemos intuir esa búsqueda particular del autor por asir la esencia de lo bello a través de un canon personal que se define por la sencillez; la sencillez de la mirada atenta que sabe desentrañar en un detalle arquitectónico la belleza de lo cotidiano. Manuel Fuentes nos muestra a través del ojo de su cámara esos destellos de belleza ocultos que al ciudadano de a pie le suelen pasar desapercibidos. ¿Cuántas veces habremos visitado un museo para disfrutar del espectáculo estético que pende de sus paredes, pero, por el contrario, habremos ignorado la propia belleza del recinto? Eso mismo parece decirnos, a voz en grito, Manuel Fuentes en la serie de fotografías dedicada al Museo Contemporáneo de Barcelona. O en las de la Casa Milá (La Pedrera) de Gaudí, en donde el detalle arquitectónico se erige en metonimia de la belleza de la construcción.
Manuel Fuentes parece haber hallado la piedra filosofal (su piedra filosofal) en su búsqueda personal de la belleza: el formato panorámico. Un formato al que añade evidentes dosis de dramatismo a través de la técnica del oscurecimiento. Todo ello contribuye no sólo a captar esa perfección obscena de los detalles, sino que además añade un planteamiento narrativo (casi cinematográfico), cuyo nudo y desenlace estamos obligados a imaginar, pues el detalle tal como lo muestra el autor es tremendamente sugerente. Hay sugestión, por ejemplo, en su manera de mostrarnos las líneas sinuosas de las edificaciones, unas líneas que imaginamos como el preámbulo de un desnudo arquitectónico. Así mismo, están presentes los recursos cinematográficos, como el contrapicado y el juego de planos, que reivindican la esencia fotográfica del Séptimo Arte: imágenes en movimiento. Especialmente en la serie de fotografías dedicadas al mar, Manuel Fuentes juega con el primer y el segundo plano y al observador le parece que en cada fotografía hay dos. El formato panorámico obra el milagro de la multiplicación. Las marinas son fotografías de una gran riqueza narrativa, en especial el juego de planos en la foto de la hélice con faro al fondo, que nos sugiere los restos de un naufragio.
En definitiva, con este trabajo Vo-Lumen, Manuel Fuentes viene a revelarnos que es cierto que existe algo hermoso en la naturaleza de las cosas, una belleza que ha estado ahí siempre, ante nuestros ojos, esperando a ser fotografiada.