"VO-LUMEN" Cristo Hernández
Existe algo hermoso en la naturaleza de las cosas, algo sin duda atractivo y admirable. La clave está en desentrañarlo escrutando hasta la médula el objeto de nuestro análisis. Los griegos de la Antigüedad fueron los primeros en buscar y delimitar el concepto de lo bello, que definían con la palabra «kalón». Sin embargo, este ideal de belleza tenía un sentido muy distinto al que suele darse hoy en día. Para un griego, lo bello era todo aquello que agrada, atrae o despierta admiración; aquello que complace a los sentidos, lo que nos gusta dada su forma o estructura, Obviamente, el carácter racional del pensamiento griego provocó que en esa búsqueda de lo bello se establecieran cánones de acuerdo con la idiosincrasia de la obra artística. Así, por ejemplo, el canon arquitectónico buscaba una perfección casi matemática a través de la simetría que, según Vitrubio, nace de la proporción. A nadie se le escapa que la Historia del Arte ha sido un constante ir y venir al mundo clásico, una constante lucha por discernir la esencia de lo bello. Y la fotografía ha jugado un papel importante en la búsqueda de esta quimera en este último siglo.
En Vo-Lumen de Manuel Fuentes podemos intuir esa búsqueda particular del autor por asir la esencia de lo bello a través de un canon personal que se define por la sencillez; la sencillez de la mirada atenta que sabe desentrañar en un detalle arquitectónico la belleza de lo cotidiano. Manuel Fuentes nos muestra a través del ojo de su cámara esos destellos de belleza ocultos que al ciudadano de a pie le suelen pasar desapercibidos. ¿Cuántas veces habremos visitado un museo para disfrutar del espectáculo estético que pende de sus paredes, pero, por el contrario, habremos ignorado la propia belleza del recinto? Eso mismo parece decirnos, a voz en grito, Manuel Fuentes en la serie de fotografías dedicada al Museo Contemporáneo de Barcelona. O en las de la Casa Milá (La Pedrera) de Gaudí, en donde el detalle arquitectónico se erige en metonimia de la belleza de la construcción.
Manuel Fuentes parece haber hallado la piedra filosofal (su piedra filosofal) en su búsqueda personal de la belleza: el formato panorámico. Un formato al que añade evidentes dosis de dramatismo a través de la técnica del oscurecimiento. Todo ello contribuye no sólo a captar esa perfección obscena de los detalles, sino que además añade un planteamiento narrativo (casi cinematográfico), cuyo nudo y desenlace estamos obligados a imaginar, pues el detalle tal como lo muestra el autor es tremendamente sugerente. Hay sugestión, por ejemplo, en su manera de mostrarnos las líneas sinuosas de las edificaciones, unas líneas que imaginamos como el preámbulo de un desnudo arquitectónico. Así mismo, están presentes los recursos cinematográficos, como el contrapicado y el juego de planos, que reivindican la esencia fotográfica del Séptimo Arte: imágenes en movimiento. Especialmente en la serie de fotografías dedicadas al mar, Manuel Fuentes juega con el primer y el segundo plano y al observador le parece que en cada fotografía hay dos. El formato panorámico obra el milagro de la multiplicación. Las marinas son fotografías de una gran riqueza narrativa, en especial el juego de planos en la foto de la hélice con faro al fondo, que nos sugiere los restos de un naufragio.
En definitiva, con este trabajo Vo-Lumen, Manuel Fuentes viene a revelarnos que es cierto que existe algo hermoso en la naturaleza de las cosas, una belleza que ha estado ahí siempre, ante nuestros ojos, esperando a ser fotografiada.
Existe algo hermoso en la naturaleza de las cosas, algo sin duda atractivo y admirable. La clave está en desentrañarlo escrutando hasta la médula el objeto de nuestro análisis. Los griegos de la Antigüedad fueron los primeros en buscar y delimitar el concepto de lo bello, que definían con la palabra «kalón». Sin embargo, este ideal de belleza tenía un sentido muy distinto al que suele darse hoy en día. Para un griego, lo bello era todo aquello que agrada, atrae o despierta admiración; aquello que complace a los sentidos, lo que nos gusta dada su forma o estructura, Obviamente, el carácter racional del pensamiento griego provocó que en esa búsqueda de lo bello se establecieran cánones de acuerdo con la idiosincrasia de la obra artística. Así, por ejemplo, el canon arquitectónico buscaba una perfección casi matemática a través de la simetría que, según Vitrubio, nace de la proporción. A nadie se le escapa que la Historia del Arte ha sido un constante ir y venir al mundo clásico, una constante lucha por discernir la esencia de lo bello. Y la fotografía ha jugado un papel importante en la búsqueda de esta quimera en este último siglo.
En Vo-Lumen de Manuel Fuentes podemos intuir esa búsqueda particular del autor por asir la esencia de lo bello a través de un canon personal que se define por la sencillez; la sencillez de la mirada atenta que sabe desentrañar en un detalle arquitectónico la belleza de lo cotidiano. Manuel Fuentes nos muestra a través del ojo de su cámara esos destellos de belleza ocultos que al ciudadano de a pie le suelen pasar desapercibidos. ¿Cuántas veces habremos visitado un museo para disfrutar del espectáculo estético que pende de sus paredes, pero, por el contrario, habremos ignorado la propia belleza del recinto? Eso mismo parece decirnos, a voz en grito, Manuel Fuentes en la serie de fotografías dedicada al Museo Contemporáneo de Barcelona. O en las de la Casa Milá (La Pedrera) de Gaudí, en donde el detalle arquitectónico se erige en metonimia de la belleza de la construcción.
Manuel Fuentes parece haber hallado la piedra filosofal (su piedra filosofal) en su búsqueda personal de la belleza: el formato panorámico. Un formato al que añade evidentes dosis de dramatismo a través de la técnica del oscurecimiento. Todo ello contribuye no sólo a captar esa perfección obscena de los detalles, sino que además añade un planteamiento narrativo (casi cinematográfico), cuyo nudo y desenlace estamos obligados a imaginar, pues el detalle tal como lo muestra el autor es tremendamente sugerente. Hay sugestión, por ejemplo, en su manera de mostrarnos las líneas sinuosas de las edificaciones, unas líneas que imaginamos como el preámbulo de un desnudo arquitectónico. Así mismo, están presentes los recursos cinematográficos, como el contrapicado y el juego de planos, que reivindican la esencia fotográfica del Séptimo Arte: imágenes en movimiento. Especialmente en la serie de fotografías dedicadas al mar, Manuel Fuentes juega con el primer y el segundo plano y al observador le parece que en cada fotografía hay dos. El formato panorámico obra el milagro de la multiplicación. Las marinas son fotografías de una gran riqueza narrativa, en especial el juego de planos en la foto de la hélice con faro al fondo, que nos sugiere los restos de un naufragio.
En definitiva, con este trabajo Vo-Lumen, Manuel Fuentes viene a revelarnos que es cierto que existe algo hermoso en la naturaleza de las cosas, una belleza que ha estado ahí siempre, ante nuestros ojos, esperando a ser fotografiada.
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